El Centurón que Atravesó a Cristo: Su Oscuro Final Revelado
En el momento más crucial de la historia —la crucifixión de Cristo— un centurión romano atravesó con su lanza el costado del Salvador. ¿Quién era este hombre? ¿Por qué lo hizo? ¿Y qué fue de él después?
Este artículo explora la identidad de ese centurión, el simbolismo de su acción, y lo que la Biblia —y algunas tradiciones— revelan sobre su destino final. Más que un simple relato, es una invitación a reflexionar: ¿cómo respondemos nosotros al sacrificio de Jesús?
Introducción: Un personaje oculto en la historia sagrada
En la dramática escena de la crucifixión, muchos ojos estuvieron fijos en Jesús: los de su madre, los de los ladrones crucificados junto a Él, los de los religiosos que se burlaban y los de los soldados romanos. Entre estos últimos, hubo uno que realizó un acto que ha quedado grabado en la historia: un centurión que, con su lanza, atravesó el costado del Salvador. Este acto no fue un simple gesto militar. Fue una señal profética y una declaración del destino divino cumplido.
Pero, ¿quién era este hombre? ¿Qué sucedió con él después de aquel impactante momento? Este artículo profundiza en su historia, desde su identidad probable hasta las posibles consecuencias espirituales y eternas que enfrentó. Acompáñame en este recorrido bíblico, histórico y espiritual.
La figura del centurión romano en el contexto bíblico
¿Qué era un centurión?
Un centurión era un comandante del ejército romano que tenía bajo su mando aproximadamente 100 soldados. Estos hombres eran considerados valientes, disciplinados y de gran responsabilidad. En la Biblia, varios centuriones aparecen como personajes clave, y curiosamente, en muchos casos muestran respeto e incluso fe hacia el Dios de Israel.
El centurión del Gólgota
En Juan 19:34 leemos: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”.
Aunque no se menciona explícitamente que fuera un centurión, muchos estudiosos atribuyen este papel al oficial encargado de la ejecución, un centurión como se describe en Marcos 15:39:
“Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
Este centurión no solo fue testigo de la crucifixión, sino que podría haber sido el mismo que perforó el cuerpo de Cristo. Su declaración revela un reconocimiento sobrecogedor: en medio de la brutalidad, tuvo una revelación.
Un acto que cumplió la profecía mesiánica
La acción del centurión cumplió una profecía clave:
“Y mirarán al que traspasaron” (Zacarías 12:10).
Este versículo fue citado nuevamente en Juan 19:37 para resaltar que incluso el más doloroso y cruel acto fue parte del plan redentor de Dios.
No fue una casualidad. La lanza en el costado fue un testimonio de que Jesús realmente había muerto, lo cual fue fundamental para confirmar su resurrección. Y lo que salió de su costado - sangre y agua - simboliza tanto la redención como la purificación espiritual.
¿Qué fue del centurión después?
La Biblia no nos da detalles explícitos del destino del centurión que traspasó a Cristo. Sin embargo, la tradición cristiana primitiva y algunos relatos extrabíblicos han intentado reconstruir su historia.
La leyenda de Longinos
Desde tiempos antiguos, la Iglesia ha asociado a este soldado con el nombre de Longinos. Algunas fuentes apócrifas y relatos cristianos primitivos afirman que, tras atravesar a Cristo y presenciar los portentos que siguieron a su muerte (el temblor de tierra, el oscurecimiento del cielo), Longinos se convirtió al cristianismo.
De acuerdo con esta tradición, fue martirizado por confesar a Jesús como el Hijo de Dios. Aunque estos datos no son confirmados por las Escrituras, nos muestran cómo la figura del centurión ha sido interpretada como ejemplo de transformación por el poder de la cruz.
La posibilidad de un juicio espiritual
En un sentido bíblico, cualquiera que tiene un encuentro directo con la revelación de Dios enfrenta una decisión trascendental: o se arrepiente, o endurece su corazón. Si aquel centurión confesó que Jesús era el Hijo de Dios, esa declaración debió ir acompañada de una fe genuina.
“El que cree en él, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:18).
Aplicaciones prácticas para hoy
Nadie está demasiado lejos para ser transformado
Si un soldado romano que participó directamente en la crucifixión pudo tener una revelación de la divinidad de Cristo, entonces cualquiera, por más endurecido o alejado que esté, puede experimentar la gracia de Dios.
Yo mismo, en un momento de mi vida, me sentí como un extraño ante la cruz. Pero cuanto más contemplaba el sacrificio de Jesús, más entendía que él no murió solo por los "buenos". Murió por enemigos, por rebeldes, por corazones fríos... por todos.
El sufrimiento de Cristo fue real y voluntario
Recordar el acto del centurión nos ayuda a entender que Jesús no fue una víctima más del imperio, sino el Cordero de Dios que se entregó por amor. "Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar" (Juan 10:18).
Mira el video que preparé sobre este tema:
Una historia que revela el corazón humano ante el Salvador
La historia del centurión que atravesó a Jesús no está ahí solo para satisfacer una curiosidad histórica. Nos confronta con una pregunta esencial: ¿Cómo reaccionamos nosotros al estar frente al Cristo crucificado?
¿Lo vemos con indiferencia? ¿Lo reconocemos con temor? ¿O permitimos que ese momento nos transforme por completo?
Tal vez no tengamos una lanza en la mano, pero cada rechazo al evangelio, cada acto de injusticia, cada día que vivimos sin responder a su amor, es como herir de nuevo a Aquel que nos amó primero.
Conclusión: ¡Este no es un personaje más, es un espejo!
El centurión que atravesó a Cristo representa la humanidad enfrentada al Salvador: algunos se burlan, otros permanecen indiferentes, pero unos pocos reconocen que verdaderamente, él es el Hijo de Dios.
Hoy es el día para mirar al Crucificado, no con frialdad, sino con fe viva. Para confesar con humildad: "¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!"
Te invito a reflexionar sobre esto, a compartir este artículo si fue de bendición para ti, y a dejar un comentario con tu opinión o tu testimonio. Tal vez, como el centurión, tu historia también pueda dar gloria al Rey que fue traspasado por amor.
Deja tu Comentario
Publicar un comentario